miércoles, 10 de octubre de 2007

Sobre el fruto espinoso y dulce del Placer.

Cuentan que el Árbol del Amor crecía en los recodos del camino hacia la Ciudad Santa de Liberación. Sus frutos alimentaban a los peregrinos en los parajes inhóspitos del Reino de la Mente y sus ramas les daban refugio en los días nublados de Cielo y de Razón.
El día que Represión señoreó sobre todos los hijos de la Mente, hizo talar los Árboles de Amor y ordenó encender una hoguera gigante, que cubriera
el Faro de Esperanza con una densa nube de Tristeza. Así, privó de alimento a los peregrinos encaminados y borró toda pista para quienes hubieran de buscar el Sendero en el futuro.

Cuentan también que con este acto deliberado, Represión estableció las fronteras de su Reino, que colindaba al Norte con el País de las Sombras y al Sur con la Tierra de Felicidad. Sabiendo que muchos hijos de la Mente se refugiaban en la Sombra, Represión hizo construir una Muralla, conocida como Muro de Consciencia, para protejer sus dominios. Todas las noches, como preso de un sortilegio, el Muro de Consciencia caía por tierra y los rebeldes irrumpían en el Reino de la Mente, haciendo estragos. Estos guerreros nocturnos se hacían llamar Señores del Sueño y aprovechaban la fatiga de las huestes de Represión para saquear y tomar pocesión de la mente y del cuerpo de hombre.

Enterada de esto, Represión urdió un plan sórdido para debilitarlos. Con su Arte, crió un hibrido entre las semillas del Amor y las espinas de la Moral. La espiga que resultó de esta unión fue llamada Árbol del Placer y sus semillas fueron esparcidas por toda Tierra, minándola de arbustos prolíferos y espinosos.
De esta suerte, todos se alimentaron del fruto doloroso del Placer y paradógicamente, comenzaron a disfrutar su dolor. Esto fue una dulce sorpresa para Represión, quien se regocijó en su lascivia. Desde entonces, fue imposible trazar la frontera entre el sufrimiento y el goce, pues uno venía antes o después del otro. El Amor, inyectado de Moral y enfermo de su plaga, la Culpa, se desdobló en Dolor y Placer, perdiendo su forma indiferenciada y quedando a merced de Represión.

En tanto, Misericordia, que hablaba por boca de los bienaventurados, dispuso que algunos habitantes de la Tierra de Felicidad regresaran al Reino de la Mente para guiar a los peregrinos perdidos por la falta de Esperanza y debilitados por el dolor del Placer. Estos emisarios de Liberación fueron llamados Ángeles, Santos y Maestros. Gracias a su intercepción y a su cura, muchos hombres lograron traspasar las fronteras de Represión y encontrar la Felicidad en la tierra donde no se conocía diferencia entre Luz y Sombra.

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