domingo, 30 de septiembre de 2007

Sobre el antropocentrismo religioso (primera parte)

El sugimiento del Hombre como ser social tuvo lugar contemporáneamente en dos regiones del Espacio Arquetípico: el Dominio del Yo y el Dominio del Otro. La delimitación entre estos dos conjuntos de formas mentales y físicas no siempre fue nítida, pero puede considerarse el primer paso hacia la Civilización, y su manifestación primordial persiste hasta nuestros días en forma de comportamientos adquiridos e impuestos.
Ambos polos psicológicos, el Yo y el Otro, con su interacción, generaron por reflejo la Inidividualidad y la Colectividad. Estas fuerzas antagónicas existen en conjunto. Por separado carecen de sentido. Su condición inseparable ha sido fuente de gran confusión filosófica. Sería inconveniente, más que difícil, pretender analizar imparcialmente las diversas vertientes de pensamiento que han abordado el tema de la relación del individuo con la Sociedad y con su entorno físico. Nos contentamos aqui con explorar unas pocas perspectivas, centradas en la religiosidad, o más bien, en la búsqueda trascendental del hombre.

Desde las Religiones Animistas

Muchas veces se considera que las religiones animistas son primitivas. Al comparar el explendor social de las grandes civilizaciones monoteistas con la miseria de los pueblos “bárbaros”, aceptamos tácitamente esta diferencia como el resultado del desnivel cultural. Sin embargo, perdemos de vista que incluso en el corazón del monoteísmo, las superticiones y los credos asociados a las fuerzas de la naturaleza han sobrevivido disfrazados sultilmente y que, por otra parte, de los pueblos “bárbaros” muchas veces sólo nos queda el parecer histórico de los “civilizados ”, que siendo víctimas de sus ataques o explotándolos como esclavos, no podían dispensarles la mejor opinión. Incluso hoy en día, haciéndose eco de este “racismo religioso”, algunos movimientos espirituales se aventuran a construir una escalera de desarrollo, en la que las religiones animistas ocupan los peldaños más bajos.
Es cierto que el cuadro evolutivo de la Civilización resultaría muy “didáctico” si ubicaramos cronológicamente, primero, a las formas más “simples” de espiritualidad, asociadas las fuerzas de la naturaleza, y, posteriormente, a las explendorosas “Grandes Religiones del Mundo”. Pero considerar este esquema simplificado de Escuela Elemental como la prueba de la inferioridad de las religiones animistas, es una falacia. Ninguna forma de espiritualidad es superior a otra, pues cada una se desarrolló (y algunas aún se desarrollan) simpáticamente, de acuerdo a las necesidades de los hombres. Y como las necesidades varían de pueblo en pueblo, de cultura en cultura, de clima en clima, y de año en año, podemos decir que cada Religión, desde las más pequeñas hasta las imperiales, ha encontrado su explendor cada día de su existencia, satisfaciendo las demandas espirituales de los pueblos.
Sólo la ignorancia velada puede orquestar una clasificación tan irreal. La riqueza de las religiones animistas, llenas de superticiones de toda clase, de leyendas hermosas y de Dioses inumerables, habla por sí sola. Es una muestra aplastante de la diversidad que ha permitido la superevivencia de la Civilización.


Si estos argumentos no bastasen para desterrar el racismo histórico de nuestra mente, hay todavía una razón según la cúal muchas religiones animistas podrían cosiderarse superiores. Por muy abstractos que hayan sido los preceptos religiosos del monoteísmo y de los Sacerdotes, los pueblos, los han traducido en ideas pragmáticas, comprensibles dentro de la vida ordinaria. Mientras las castas sacerdotales intentaban mantener el control de la conciencia colectiva y de la Economía a través de las Jerarquías Divinas, la gente de pueblo intentaba vivir la espiritualidad de forma sincera y simple. Para los primeros, la Religión era un medio de ganarse la vida, para los segundos, era sencillamente una forma de vivir. Libre de poder temporal, la religiosidad de los pobres llega a expresar de forma más nítida sus necesidades espirituales. Y... que sorpresa! La percepción popular de la Religión esta siempre plagada de animismo! Es decir, el animismo está más cerca de satisfacer nuestras necesidades que la amalgama de Política y Dogma que alimenta a los Grandes Sacerdocios.
Claramente, nos cuesta admitir que la gente ordinaria, de pueblo, sea el corazón viviente de la espiritualidad. Preferimos pensar en los poquísimos filósofos antigüos cuyas palabras han llegado a nuestros días. Pero, la Grecia no era Aristóteles, ni Judea era Salomón. Si hoy podemos recordar esos próceres del pensamiento moderno, es precisamente por que existieron millones de hombres sin nombre, antes y despues de ellos. Hombres de toda raza y de todo empeño, pero sobre todo, hombres ordinarios. Miles de millones de hombres ordinarios que sirven de cimiento a este edificio endeble que llamamos Cultura. Si pretendemos comprender el desarrollo de la conciencia colectiva humana, además de mirar a las luminarias que nos encandilan desde el pasado, debemos sobre todo, contemplar el oscuro vacío que las separa.
Y allí, en la gloriosa oscuridad del olvido, resplandecen todas las religiones animistas.
En los credos animistas no abundan los hombres célebres. No se recuerdan grandes filósofos ni pensadores. Pero en cada rincón de nuestra memoria ancestral se escucha el eco del dios del Trueno y de la Diosa de la Lluvia. Esos latidos que nunca se apagarán, son el corazón vivo de la Religión.
Las “Grandes Religiones del Mundo” son un emboltorio aparatoso que muchas veces esconde el propósito último de la espiritualidad. Es cierto que, en otras ocaciones, este envoltorio decora y resalta el mensaje ancestral. Pero en cualquier caso, dentro de tantas capas de envoltura, yace la semilla de la naturaleza divina del hombre. Y si corremos el riesgo de admirar por siempre el paquete, nunca saborearemos su contenido. Ese lujo no se lo pueden permitir los pobres. Por eso la envoltura del animismo es escasa y simple. Pero sin dudas, mucho más fácil de transportar a cuestas en el tiempo.

martes, 25 de septiembre de 2007

La milagrosa aparición de San Sebastián a Fray Cristóforo


Cuentan que un fraile llamado Cristóforo era célebre por su humildad. De joven había abrazado la Regla estricta de San Francisco, y no llevaba consigo otra riqueza que la bienaventuranza. Peregrino y mendicante, no buscaba refugio de las tormentas, ni del frío, ni de los hombres, y agradecía con las manos en alto todas las penurias y las dichas que Dios ponía en su camino. Con el rostro apoyado en el piso, oraba en cada lugar santo y profano, por todos y por todas, sin distinción. No era extraño que, a merced de su fervor y de su amor indiscriminado, recibiera limosna de ciudadanos cristianos, de mercaderes moros y de comerciantes judíos. Todos veneraban su santidad y procuraban, cada uno a su modo, la misericordia de su Dios, haciendo la caridad.

Pero, la celebridad de Fray Cristóforo no era sólo debida a su gran piedad. Él era un estigmatizado. Tenía su cuerpo cubierto de llagas perfectamente circulares que no cicatrizaban y que no mostraban signo de infección alguno. Cuando la noticia de sus santos signos llegó al Vaticano, un nuncio apostólico vino a la Abadía de Nuestra Señora de la Misericordia a entrevistarse con el confesor del fraile. Con el regreso del embajador del Papa, circularon rumores confusos que pusieron en alerta al Santo Oficio. Gracias a la intervención oportuna de algunos Cardenales y de la Orden Franciscana, no se abrió ningún proceso. En cambio, se dispuso que el fraile permaneciera en claustro perpetuo y para complacencia de los Inquisidores, se le impuso un estricto voto de silencio.

La gran inquietud que estremeció la Santa Sede tenía su raíz en el modo milagroso y poco canónico en que el fraile había recibido sus estigmas. Según testimonio de su confesor, Fray Cristóforo solía orar en la capilla de San Sebastián, un lugar discreto y apartado que servía de sepultura a los primeros benefactores de la Abadía de Nuestra Señora de la Misericordia. Un día, cuando otro fraile entró en la capilla para llamar a Fray Cristóforo a misa, lo encontró inconsciente y desnudo, sobre la imagen de San Sebastián, que yacía en el piso. Las lágrimas de Cristóforo habían humedecido la escultura de madera, haciendo más vívidos los ojos del Santo. Había estrechado con tanta devoción la imagen que las flechas del martirio hirieron su propia carne, dejando escapar filos de sangre sobre el cuerpo de San Sebastián. Pronto llegaron otros frailes, alarmados, pero ninguno se atrevía a remover el cuerpo de Fray Cristóforo, pues la escena más que una profanación herética parecía el martirio de dos Santos.

Cuando recuperó consciencia, algunos días después, el fraile refirió a su confesor que en el fervor de su oración, subió al altar y comenzó a besar la imagen del Santo, escurriendo sus manos por toda la figura desnuda y musculosa, llena de las flechas del martirio. Y que la imagen cobró vida y le habló con la voz más dulce y amorosa que hubiera escuchado jamás. Y que toda la capilla se llenó de un resplandor de gloria, que traspasaba los muros, el bosque, las montañas y el cielo. El confesor, confuso y conmovido por la visión del fraile, pidió ver sus llagas, comprobando que sangraban todavía, a pesar de los días transcurridos. Por inusual que pudiera parecer, en su ferviente devoción, Fray Cristóforo había recibido los estigmas del martirio de San Sebastián.

Nada de esto cambió la sencillez del franciscano. Continuó pidiendo limosna y haciendo la caridad a los enfermos, hasta que se dispuso otra cosa. Su muerte, nadie la recuerda. Y el mensaje que le diera San Sebastián quedó sellado en su voto.

¡Gracias Señor por el hermano Silencio que guarda los secretos que no caben en palabras!

¡Beato Fray Cristóforo que conoció el Amor!

Terminado de transcribir en la ciudad italiana de Pavia a las 10:45 horas del día 25 de septiembre de 2007. Con Venus señoreando el Cenit y Neptuno, en oposición, conjunto al Imun Coelis. Debo confesar que la inspiración de este escrito tuvo lugar en la madrugada anterior, con una experiencia inusual y difícil de contar sin ofender el pudor de algunos. Baste con decir que la misericordia de Dios se expresa en este mundo de formas muy diversas y que la sensualidad y el placer no son ajenos a la santidad.

Sobre el Sharingan o “el ojo circular de la copia”.(segunda parte)

Se recomienda leer la primera parte de este escrito.

El por que se llama “ojo circular de la copia”

Antes de proseguir con las consideraciones prácticas, resulta conveniente discutir algunas características del Sharingan. Como ya hemos introducido, esta habilidad parte de la observación del desempeño de otros. Por tanto resulta obvio que se asocie con el sentido de la vista. Pero en este simbolismo semántico no debe olvidarse la diferencia que existe entre “ver” y “observar”.

De la misma manera que se llama “videntes” a las personas capaces de percibir otras realidades, la tradición ubica el Sharingan en la pupila del ojo humano. Tal vez por que la vista permite obtener la mayor cantidad de información de nuestro entorno. Sin embargo, debemos considerar que la visión sería inútil sin el sentido del equilibrio, que se esconde en lo profundo de nuestros oídos, y que a su vez el oído carecería de referencia si no fuera por el tacto, diseminado en todo nuestro cuerpo, que permite ubicar la posición relativa de cada miembro.

Los sentidos del hombre pueden separarse sólo en palabras, pues toda la información percibida por los órganos sensoriales se integra en los distintos niveles del cerebro, orquestando movimientos involuntarios en armonía con la voluntad. Si decidimos, por ejemplo, mirar al cielo, miles de fibras musculares de nuestro cuello se relajan o se tensan sin que nuestra conciencia asista uno por uno a estos eventos. Aun que el resultado sea simple, el proceso que media entre nuestra voluntad y los eventos más insignificantes de nuestra vida es incomprensiblemente complejo. Por ello, a pesar que se considere un tipo de “visión”, el uso del Sharingan involucra todos los sentidos, incluso aquellos no asociados a ningún órgano del cuerpo físico.

Como el resultado inmediato de esta habilidad es la capacidad de reproducir las acciones observadas, se explica que se le considere una forma de “copia”. Pero, siendo precisos, más que una “copia”, resulta una adaptación. Para lograr reproducir el desempeño de otros, el Sharingan no puede limitarse a repetir mecánicamente sus acciones. Debe, simultáneamente a la recepción de la información, traducirla al propio lenguaje corporal y acondicionarla a las capacidades y condiciones del propio cuerpo. En otras palabras, este arte permite elaborar un conjunto de órdenes mentales partiendo de un mínimo de información percibida a través de los sentidos. Cuando se comprende el grado de complejidad de este trámite, resulta evidente que con la sola intervención de la vista no es posible llevarlo a cabo. De la misma manera se intuye que el uso práctico del Sharingan tiene como fronteras los límites físicos y mentales de quien lo usa.

Por último, en este análisis etimológico de su nombre, debemos explicar por que se considera “circular”. Básicamente el Sharingan es una habilidad de retroalimentación. Partiendo de la acción percibida en el otro, se generan las equivalencias internas que conducen nuevamente a la acción misma. Es decir, el Sharingan traza un círculo que une la voluntad del observador con la del observado, haciendo converger sus acciones. Claramente este argumento encuentra su metáfora estética en la redondez de la pupila, pero la representación tradicional del “ojo Sharingan” es sólo el reflejo artístico de su naturaleza abstracta. Adicionalmente, debe añadirse que el uso de esta habilidad puede ir acompañado de una inmediatez supranormal. Según la creencia de muchos, el carácter circular del Sharingan se manifiesta no sólo dentro de la mente, sino fuera de esta, en el continuo espacio-tiempo. Esta hipótesis recibe su estímulo en la rapidez inusual con que puede desenvolverse el proceso de observación-copia cuando las capacidades del portador lo favorecen, que en ciertas ocasiones anticipa las acciones del observado y las “copia” antes de haberlas “visto”. Su justificación, en cambio, viene del campo de la física moderna.

Según el consenso de los científicos contemporáneos, el espacio y el tiempo no existen independientes. Muchos fenómenos desconcertantes han encontrado explicación considerando que nuestro universo se desenvuelve en un “espacio” mucho más rico, en el que los objetos no sólo tienen altura, ancho y profundidad, sino que tienen otros atributos métricos asociados al tiempo y a la masa. En este “hiperespacio” nuestra percepción de la realidad es limitada. Desde nuestra perspectiva, el tiempo es inexorable y el espacio infranqueable. Pero ciertamente, ambos, tiempo y espacio, son físicamente de igual naturaleza. Las leyes que describen nuestro mundo físico no distinguen entre “aquí y allá” o “antes y después”.

Por ejemplo, cuando caminamos en círculo, regresamos al punto de partida habiendo vivido nuevas experiencias. Si recorriéramos un círculo en el hiperespacio, regresaríamos al mismo lugar en el mismo instante de partida, sólo que en nuestro recorrido, de una manera inexplicable, habremos vivido experiencias que tal vez no han ocurrido todavía. Muchos ven en este argumento la justificación a todas las formas de anticipación que experimenta el ser humano, incluido el Sharigan. Otros sin embargo, prefieren atribuir esta antelación a la complejidad de la mente humana, que permite inferir el comportamiento futuro basándose en observaciones precedentes. Sea una u otra la razón, el Sharingan es sin duda una habilidad fascinante, incluso sin considerar ninguno de sus discutidos atributos supranormales.

Se recomienda leer la tercera parte de este escrito.

Terminado de transcribir las 21:30 horas del día 22 de septiembre de 2007, en la ciudad italiana de Pavia. Viviendo la oposición celeste de Marte y Plutón, en cuadratura simultánea con el Sol, mientras Neptuno hacía oposición a Venus. Un malestar repentino de naturaleza extraña se apoderó de mi vientre y de mi cabeza, impidiéndome seguir escribiendo. Al parecer estoy viviendo un período de sensibilidad a las presencias invisibles.


lunes, 10 de septiembre de 2007

Sobre las analogías esotéricas. (Segunda Parte)

Se recomienda leer la Primera Parte de este escrito

Sobre el Sincretismo Religioso.

A lo largo de la historia, siempre que dos culturas han estado en estrecho contacto, sus credos se ha entremezclado constructiva o destructivamente. Dependiendo de la tolerancia y la flexivilidad de sus preceptos religiosos, esta interacción se ha manifestado como una asimilación mutua de arquetipos y prácticas espirituales, o como la transcripción de unos en otros, dando lugar a una gran variedad de equivalencias exotéricas y esotéricas. Todos podemos recordar la interferencia de la iglesia católica en las religiones bárbaras de europa. Con el tiempo, todas las fiestas paganas locales fueron sustituídas astutamente con festividades cristianas. estas fiestas tradicionales originalmente estaban asociadas a eventos astrológicos que les daban un sentido religioso profundamente esotérico, pero hoy en día se ha perdido casi por completo. No puede dudarse que los próceres de la evangelización europea aprovecharon la ingenuidad de la gente de pueblo para convertir el culto ancestral de la Diosa Madre en la veneración a la Virgen María. Lo que tal vez cae en el campo de la especulación histórica es considerar la intencionalidad de este proceso, que en muchos casos parece haber ocurrido como el resultado de una necesidad expontánea, más que como el producto de la acción sistemática del clero.

Como resultado de esta sobreposición de arquetipos, el contenido esotérico de las fiestas paganas fue aplastado por el dogmatismo y el fanatismo de la Iglesia, que nunca de buena fé, persiguió hasta el exterminio todos los resagos de sus predecesores. Por ello, cuando hacemos analogías entre los motivos religiosos cristianos y los panteones paganos europeos, debemos tener presente que estamos conciliando fuerzas históricamente antagónicas. Si bien, en el espacio arquetípico existen correspondencias, la identificación de estos arquetipos fue muchas veces el resultado de la imposición, de la conveniencia y de la malintencionalidad de la Iglesia Católica, y otras el sincero esfuerzo de algunos místicos cristianos por atraer a los paganos al cristianismo.


Existen ejemplos orientales, menos conocidos, de este proceso de transcripción religiosa. Cuando los primeros misioneros budistas se adentraron en el Tibet, encontraron la resistencia de los chamanes animistas que tenían el control total de la conciencia colectiva del pueblo tibetano. Sus técnicas espirituales y mágicas habían alcanzado un alto grado de maestría, y sus prácticas religiosas respondían simpáticamente a las necesidades de los habitantes de la zona. Sin embargo, el principal enemigo que encontraron los mojes budistas fue el Budismo mismo. No podían competir con el colorido de las tradiciones tibetanas, ni con sus polimorfismos, ni con sus incontables superticiones. Sólo cuando lograron asimilar los elementos del Tantra y de los credos animistas, los budistas estubieron en condiciones de asentarse en el Tibet y de fundar una de las dinastías espirituales más legendarias de la Historia. El Budismo Tántrico tibetano fue el resultado de la interferencia constructiva de varios sistemas religiosos, y aun hoy en día nos sorprende por su increíble capacidad de adaptación, que le ha permitido sobrevivir a todo tipo de persecusiones y desgracias, logrando incluso en la actualidad expandirse por todo el mundo. Logró asimilar, sin desperdecios, muchas prácticas espirituales y creencias de sus predecesores. El vasto panteón del budismo tibetano es probablemente de los más eclépticos. Su discusión sobrepasa el propósito de este escrito. Baste con decir que es un ejemplo nítido de como se puede llegar más lejos “sumando” en vez de “restar”.

En el otro lado del mundo, con la colonización de las Américas y la importación de los esclavos africanos, se dieron condiciones propicias para el florecimiento de una forma de religiosidad sin precedentes. Si bien, el cristianismo era un elemento común entre los colonizadores blancos, las diversas etnias africanas que nutrieron la población esclavizada llenaron de matices la amalgama cultural de las colonias.
En las pequeñas islas del Caribe, la sobreexplotación de la población indígena y su debilidad frente a las enfermedades europeas, aniquilaron su cultura muy rápidamente. Como legado histórico, sólo han quedado los nombres originales de lugares que los conolizadores asumieron como propios. Habana, Cuba, Guantánamo, Baracoa, Camaguey, Batabanó, Guanabacoa, Toa, son voces aborígenes que se han conservado hasta nuestros días. En muchos casos la castización se limitó a canonizarlos (San Cristóbal de la Habana, por ejemplo); en otros, la tradición se encargó de perpetuar los nombres originales por sobre los impuestos. Pero, apartando estos vocablos, de la cultura y la religiosidad original de estos pueblos sólo nos llegan escasos reportes de sacerdotes y colonos de la época, que como cabría esperarse, estan plagados de prejuicios.
La llegada de los esclavos negros, con sus tradiciones mágicas tan efectivas y temidas por los blancos, impresionó irreversiblemente la conciencia colectiva de los colonizadores. El cristianismo no pudo desarraigar la fuerte religiosidad de los esclavos, o más bien, fue asimilado de un modo mimético por ellos, confundiendose con la religión africana. Para complacer a sus patrones, los esclavos asumieron el Santoral Católico como fachada para sus prácticas espirituales. Aun hoy en día, se pueden ver altares bellísimos y particularmente eclépticos, donde las imágenes católicas se alternan con símbolos y objetos rituales africanos. Debe decirse que, en este caso, las correspondencias no fueron establecidas por la cultura dominante. A diferencia de como ocurrió en Europa, en el Caribe fueron los dominados, los negros, quienes encontraron espacio dentro de las celebraciones cristianas para sus prácticas ancestrales. Tal vez por ello, el contenido oculto de los símbolos no se perdió y sus correspondencias esotéricas permanecen vivas en la conciencia religiosa. Un elemento que casi siempre se obvia es la influencia de la emigración china en la religiosidad del Caribe. Después de la sanguinaria Revolución de los Esclavos en Haití y la suspensión de la trata negrera, los traficantes de esclavos redireccionaron su actividad mercantil hacia el lejano oriente. Engañados con promesas de prosperidad, miles de chinos se embarcaron hacia América durante el siglo XIX como “obreros contratados”. En efecto, al llegar a las colonias recibieron el mismo tratamiento que los esclavos negros y se mezclaron racial y religiosamente con la ya establecida población negra. Con esto, el ajiaco espiritual de los sectores más humildes se enriqueció con elementos del Taoismo y del Budismo, estableciendose analogías religiosas inimaginables en las tradiciones originales. (Kuang-Kung o San Fan Cong es el “Changó Chino” que también se identifica con Santa Bárbara, por sólo citar un ejemplo). Por último, la asimilación tardía del Espiritismo de Allan Kardec, completó el paisaje que ha llevado a la Religión Africana a un grado de complejidad y de belleza inigualable. Hoy en día, si bien no puede decirse que en el Caribe existan “blancos” y “negros” puros, mucho menos se puede decir que la Santería sea una “religión de negros”. Esta religión viva, con los siglos, conquistó a los propios esclavistas y no perdió su conexión con las raices ancestrales, que puede decirse, estan esparcidas por todo el mundo.

Estos ejemplos tan diversos ilustran como el establecimiento de las correspondencias religiosas puede ser un proceso complejo y variado. Por ello, para lograr la comprensión profunda del mensaje esotérico de las analogías, no podemos prescindir de su contenido histórico y social. Las correspondencias tradicionales que se han producido expontáneamente, son una guía insuperable para el ocultista que intenta develar el misterio de todas las religiones, es decir, la naturaleza divina del hombre.


Terminado de transcribir en la ciudad italiana de Pavia a las 20 horas del día 10 de Septiembre del 2007. Urano y Neptuno ascendían mientras Plutón señoreaba el Medio Cielo y Mercurio escapaba por el oriente. Ascendente Picsis con Júpiter domiciliado y auspicioso.

domingo, 9 de septiembre de 2007

Sobre las analogías esotéricas. (Primera parte)

Introducción

La mente humana es ecléctica por naturaleza. Siguiendo el principio universal de la encomia de recursos, toda nueva información es adquirida a través de asociaciones conceptuales. Las analogías son, por tanto, una necesidad de nuestro proceso de aprendizaje y la vía más corta para el establecimiento del equilibrio entre el Yo y el Mundo externo.

La existencia de formas mentales innatas, anteriores a cualquier experiencia vivida, es un argumento polémico y su justificación, al igual que su negación, entra en el pantanoso terreno de la especulación filosófica, de donde rara vez se sale ileso. Baste con decir que, bien sean innatos o adquiridos en las más temprana infancia, existen conceptos o arquetipos mentales comunes a todos los seres humanos. Las percepciones espacio-temporales, las ideas del antes y del después, de la proximidad y de la lejanía, de la ausencia y de la presencia son ejemplos de estos condicionamientos mentales intuitivos, que aceptamos tácitamente, permitiéndonos organizar nuestro pensamiento y usarlo para interactuar activa o pasivamente con el Universo. Pero, cuando vivimos experiencias no ordinarias, estos conceptos pueden resultar en una limitación de nuestra capacidad de asimilación de información. Por ejemplo, cuando pretendemos comprender el vasto conjunto de los números, la palabra “infinito” se representa en nuestra mente a través de una colección de objetos a la que siempre se puede agregar un nuevo miembro, en lenguaje algebraico “infinito” = “infinito” + 1. Pero esta idea intuitiva adolece de dos grandes limitaciones: la primera y la más seria, es que estamos definiendo un nuevo concepto (“infinito”) partiendo del concepto mismo, y la segunda es que establecemos una identidad entre dos objetos que a priori son diferentes. La trampa tautológica de esta definición radica en el hecho de que el concepto de “infinito” escapa a las experiencias ordinarias con las cuales se consolidaron nuestros arquetipos mentales. La idea de “un objeto” o de la “unidad” es un concepto numérico primario y utilizar este elemento básico para entender algo tan ajeno a nuestra experiencia cotidiana como la infinitud resulta un intento particularmente ingenioso. Sin embargo, es obvio que este intento es fallido, pues aun que satisface los requerimientos de nuestra lógica, atenta contra nuestro sentido común y resulta una burla a nuestra limitada compresión del vasto Universo. Para seres cuya existencia parece limitada en el espacio y en el tiempo, percibir un objeto sin límites es harto difícil. Por tanto pretendemos reducirlo a una experiencia tan restringida como la habilidad de contar objetos. La limitación de nuestra comprensión del “infinito” es ilimitada. Esta idea es tal vez una definición más divertida, pero igualmente inútil. No podemos escapar a nuestros condicionamientos utilizando los condicionamientos mismos, como mismo un hombre no puede sacarse a flote en un pantano, tirando de sus cabellos con sus propias manos.

Esta limitación nos acompaña en todos los campos de la existencia humana. Con ella, pretendemos dar solución a los problemas ajenos, sintiéndonos incapaces de solucionar los propios. Y es que, como bien sentencia la sabiduría popular, “todo el mundo sabe nadar fuera del agua”. Olvidar nuestra limitada condición sólo puede conducirnos al error. Debemos entonces buscar otro modo para salir del pantano.

La solución más obvia es encontrar un punto de apoyo, algo firme de lo cual asirnos para tirarnos fuera. Este punto de apoyo puede tomar diversas apariencias: Conocimiento, Religión, Filosofía, Credo, Grupo Social, Familia. Todas, en cierto sentido, nos pueden sacar a flote, pero nunca nos harán salir del pantano, pues como hemos dicho de manera ingenua, son un “punto de apoyo” y por tanto están “firmes”. Su propia existencia sólo tiene sentido en medio del pantano. Por esta razón, estaremos a salvo mientras nos aferremos, y aun que estemos a flote, nuestra limitación será mayor que antes. Tendremos el miedo a hundirnos como compañía y nuestra esperanza será reducida a lograr asir las partes más sólidas de nuestro punto de apoyo.

Existe otra forma, menos evidente, de salir a flote, utilizando el principio de funcionamiento de los misiles a propulsión. Según las leyes de la física, un cuerpo puede avanzar sin un punto de apoyo siempre que pierda masa. Aprovechando esto, las naves espaciales logran viajar a través del vacío (donde evidentemente no hay donde apoyarse) perdiendo masa a través de sus cohetes. En palabras inexactas, es como si la masa perdida en la combustión creara un punto de apoyo imaginario gracias al cual avanza la nave.

Si lográramos, entonces, perder masa mental, podríamos de forma autónoma sacarnos a flote del pantano de nuestras limitaciones. Y es aquí donde aparece la idea de la “Renuncia”. Para librarnos de nuestras limitaciones, debemos renunciar a nuestros prejuicios y a todas las ventajas prácticas que nos proporcionan. Seguramente el lector se preguntará ¿qué ventajas puede tener un prejuicio?, pero si piensa detenidamente descubrirá que son muchas. Si no aportasen nada, ya hubieran sido eliminados en el proceso evolutivo de la Conciencia Colectiva del Hombre.

Los prejuicios nos permiten esquivar peligros potenciales. Utilizando un mínimo de información, gracias a nuestros juicios preconcebidos, podemos anticipar los acontecimientos y tomar decisiones. La mayor parte del tiempo descartamos experiencias o personas basándonos en nuestros prejuicios. Las nuevas experiencias son clasificadas en nuestra mente de acuerdo a experiencias anteriores, es decir a prejuicios. En fin, los prejuicios nos permiten una vida mucho más cómoda y también mucho más limitada. Renunciar a ellos nos reintegra nuestra libertad, pero nos pone en riesgo. La decisión es mas difícil de lo que aparenta.

Para salir a flote, debemos quemar el combustible de nuestras ideas preconcebidas, y usarlo como propulsor de nuestra mente hacia nuevas realidades. Por ello, aun que sean útiles e inevitables, las asociaciones mentales, las correspondencias entre sistemas conceptuales, y las analogías entre cuerpos filosóficos o religiosos, deben ser tratadas con cautela. Siempre que nos permitan ampliar nuestra comprensión, resultan útiles. Pero cuando comienzan a ser un lastre, debemos estar dispuestos a quemarlas para seguir adelante.

Analogías sobre la Qabalah

De todos los sistemas esotéricos, el hebraico ha sido uno de los más reinterpretados en el mundo occidental. Tal vez por que es uno de los más abstractos, o por las raíces judías del Cristianismo, o simplemente por el capricho de algunos ocultistas. Cualquiera sea la razón, es innegable el papel protagónico de la Qabalah en muchos movimientos esotéricos modernos.

Una de sus características más elogiadas es el hecho de que ofrece un recipiente conceptual que puede ser ocupado por cualquier panteón religioso. Su jerarquía de 10 Sephirot o arquetipos de fuerzas primarias, puede identificarse, según la opinión de muchos, con las cualidades del Ser Macrocósmico que se reflejan latentes en el ser microcósmico, dando un sentido especialmente metafórico al aforismo “como es arriba es abajo”. El hecho, probablemente histórico, de que el surgimiento de la Qabalah se debe al contacto de legendarios ascetas con realidades divinas aporta una cuota adicional de legitimidad a este sistema de conocimiento espiritual. Cierto es que, aun que esta leyenda no fuera estrictamente cierta, por su valor intrínseco y por los desarrollos posteriores, la Qabalah es una Gran Obra esotérica.

Desde hace tiempo, con mayor o menor acogida, se han establecido analogías entre las fuerzas sefiróticas y las jerarquías espirituales de diversas religiones. Un lector ávido puede encontrar textos de todo origen, con equivalencias que van desde el panteón Griego y su derivación románica, pasando por el Hindú, el Budista, el Yoruba, el Egipcio, atravesando el Santoral Cristiano hasta llegar a las Jerarquías Planetarias de la Astrología y a las Angélicas de la Pneumatología. De todo esto se ha escrito y probablemente mucho más se ha dicho sin ponerlo en papel. No podemos perder de vista que cuando se dispone de mucha información, se corre el riesgo de sufrir grandes confusiones. Tal vez por ello, los estudiosos de la Qabalah insisten en el hecho de que estas analogías no son identidades sino correspondencias.

Es difícil no dejarse seducir por deseo de construir nuestro propio sistema esotérico. Tal vez por eso tienen tanta acogida los métodos eclécticos que combinan elementos de diferentes tradiciones. Sin embargo, de acuerdo a mi limitada observación, algunas veces las mezclas esotéricas resultan en “cócteles molotov” que hacen saltar en pedazos el sentido común de la gente.

Si bien la experiencia directa es el único modo de trascender nuestras limitaciones, cuando estas experiencias están preconcebidas o condicionadas por nuestros prejuicios, no conducen a nuevos horizontes, más bien producen estancamiento e inercia. Este es uno de los peligros de las analogías esotéricas. La Realidad Divina se nos diluye en el conocimiento hueco cuando olvidamos que los sistemas espirituales son solamente una llave para abrir la cerradura de nuestra naturaleza trascendental. Ningún conocimiento es definitivo, ninguna obra es perfecta, todo en nuestro mundo es transitorio.

Como un caminante, sentimos la necesidad de portar suficientes provisiones para el viaje. Pero con cada libra de equipaje, somos más lentos y el viaje resulta más largo, con lo que nuestras provisiones se agotarán igualmente. De nuevo aquí se nos presenta una decisión difícil: cargar con todo lo que pudiera servirnos a riesgo de hacer el viaje infinitamente largo o arriesgarnos a sufrir carencias para llegar a nuestro destino pronto. En el viaje de nuestra mente, nuestro equipaje es el conocimiento, y su peso son las ideas preconcebidas.

Cuando hacemos analogías, por ejemplo, entre la Qabalah y el panteón Egipcio, en realidad estamos haciendo una correspondencia entre las ideas preconcebidas que tenemos de ambos sistemas espirituales. De la Religión del Nilo, que pereció hace tiempo, sólo nos queda la sombra. De la Qabalah, tomamos las reinterpretaciones occidentales, pues en la tradición viva hebrea no hay cabida a las imágenes licantrópicas de los tiempos faraónicos. En el mejor de los casos, dispondremos de información adecuada, pero la organizaremos a nuestro antojo, procurando en el “nuevo” sistema, un espacio para nuestras propias inquietudes. Claramente, esto no hace nuestra interpretación inválida, sino todo lo contrario. Resulta válida en nuestra experiencia, pero no fuera de ella. En otras palabras, las analogías y los símbolos son útiles si están acompañados de ciertos condicionamientos culturales, psicológicos y sociales.

Todas las interpretaciones modernas de la Qabalah deben ser vistas como el resultado cristalizado de fuerzas arquetípicas preponderantes en ciertas épocas y lugares. Si separamos unas de otras, estamos más propensos a la confusión que al éxito.

Al hacer las correspondencias debemos contar con el hecho innegable de que los arquetipos abstractos son mucho más impersonales que las manifestaciones psico-espirituales con las se les puede asociar, y que por otra parte, estas manifestaciones mentales son mucho más abundantes en colores y detalles que los conceptos abstractos. Por ello, no es difícil encontrar más de un sistema de correspondencias válido.

Un ejemplo claro de esto es la correspondencia entre las Jerarquías Planetarias de la Astrología Occidental y los Sephirot de la Qabalah. Partamos del hecho de que la tradición hebrea considera 10 arquetipos primarios (los 10 Sephirot), mientras que la Astrología Clásica proponía 7 planetas y 12 Jerarquías Zodiacales. En ningún caso la correspondencia cuantitativa puede ser evidente. Incluso, con la inclusión moderna de los planetas transpersonales, pueden establecerse varias correspondencias y escoger entre unas y otras es tan difícil como reconocer dos gemelos. Adicionalmente, la ambivalencia de los arquetipos astrológicos, que resulta una ventaja esotérica, crea gran confusión para establecer equivalencias, pues no es igual un Martes en Aries, que un Martes en Escorpio, ni es igual una Venus en Libra que una Venus en Tauro. Esta ráfaga de ideas confusas nos indica que el establecimiento y la comprensión de las correspondencias esotéricas no es un asunto trivial.

La espiritualidad humana, por su carácter potencialmente divino, trasciende los conceptos y arquetipos mentales. Por tanto, no existe un sistema de arquetipos que pueda contener todas las manifestaciones de la consciencia religiosa. Todas las correspondencias y analogías deben entenderse como un medio de aproximación a nuevas realidades, como puentes entre nuestra pequeña isla de conocimiento y el resto del mundo. Los puentes sirven para unir porciones de tierra firme, pero no acortan la distancia entre las dos riveras. Cada sistema filosófico o religioso es válido por sí mismo. Establecer analogías nos permite sintonizar nuestra mente con otras manifestaciones de la Diversidad Divina. Pero, en nuestra labor temporal de constructores de puentes, no debemos olvidar su función. Para la mayoría de los hombres, los puentes son lugares de tránsito. Si nos quedamos sobre el puente no estamos ni a un lado ni al otro. Así mismo, si nos quedamos en el arte de las correspondencias esotéricas, sin vivir plenamente ninguna religión o arte espiritual, perderemos lo más rico y provechoso del esoterismo.


Terminado de transcribir a las 9:25 del día 9 de Septiembre del 2007, en la ciudad italiana de Pavia. Júpiter ascendía con el onceno grado de Sagitario.

Se recomienda leer la Segunda Parte de este escrito.

martes, 4 de septiembre de 2007

Sobre el Sharingan o “el ojo circular de la imitación”. Introducción

Entre las potencialidades latentes en el ser humano, el Sharingan es una de las más atrayentes. Su arte, que consiste en el poder de adquirir habilidades observando el desempeño de otros, permite al que lo posee aprender rápidamente de experiencias nuevas y adaptarse de forma casi instantánea a las circunstancias. Generalmente su portador es incosciente de esta capacidad, a pesar de que la use en su vida cotidiana. Las situaciones de riesgo o desventaja son propicias para su expresión expontánea que, contrariamente a la creencia tradicional, no es patrimonio genético de ciertas familias. El Sharingan está latente en todos los seres humanos, y su forma incipiente, llamada también “plasticidad mental”, es prueba de ello.

La mente humana es plástica y mimética. Cuando es sometida a presiones externas, se deforma procurando conservar su integridad. Cuando sus debilidades son puestas en evidencia, tiende a disimular su presencia imitando el comportamiento de los otros. Estas habilidades “innatas” e inherentes al comprotamiento humano son formas poco desarrolladas de Sharingan y constituyen las premisas de la formacion íntegra de la personalidad. Desde pequeños, conjuntamente con las leyes físicas del mundo, debemos aprender las reglas psicológicas de la convivencia y este proceso de adaptación-aprendizaje se nutre de una mezcla desvalanceada de imitación y de imposición, en la cual la imitación es el elemento primario.

Muchos comportamientos y costumbres son adquiridos sin que medie un proceso consciente de enseñanza. Por ello el comportamiento de los niños pequeños es un termómetro valioso de la salubridad del ambiente que los circunda. Y, como gran parte de lo que somos cristaliza en la más temprana infancia, el comportamiento de los adultos también es el reflejo de la infancia, distorcionado por experiencias posteriores que moderan las fuerzas psicológicas ya adquiridas de niños en nuestro pequeño universo social.

En los niños el Sharingan se manifiesta de forma natural e ingenua, dotándoles de una gran capacidad de adaptación. Precisamente esta habilidad comienza a eclipsarse con el plenilunio de muestra mente emocial. Cuando comenzamos a tener conciencia de “quienes somos” y sobre todo, de “quienes debemos ser”, el poder de “imitacion” se hace selectivo, y nos nutrimos solo de aquellas experiencias que conspiran en favor de nuestro role socialmente predispuesto.

El eclipse de nuestro Sharingan, que comienza con el establecimiento de nuestras expectativas, alcanza su climax en la solidificación de nuestra autoestima. Siendo autoconscientes de nuestro valor, la necesidad de imitar a otros nos resulta inútil y como tal es desechada. Pero, el autoestima no es una flor prenne, y el rechazo inconsciente del Sharingan se alterna con la necesidad de adaptarnos a nuevas situaciones. Cada vez que la Vida nos empuja fuera del vientre simbólico de nuestro equilibrio mental, la capacidad de adaptación-imitación se reactiva, permitiéndonos rencontrar o fabricarnos nuevamente un refugio mental para nuestras debilidades. La lucha continua contra la invasión externa, ocurre en la frontera de nuestra mente consciente, y por ello, en la mayoría de los casos, el Sharingan es un reflejo involuntario que se activa de forma mecánica cuando enfrentamos situaciones de riesgo. Esta precaria condición no permite explotar sus potencialidades.

Para alcanzar su Plenitud, el Sharigan necesita ser asimilado de forma consciente y disfrutar de todos los derechos de los hijos legítimos de la Personalidad. Mientras su poder quede oscurecido por la sombra de la Inseguridad y su activación dependa de una urgencia emergente, su desarrollo será castrado e incompleto. Todo el que quiera comprender a fondo el arte del Sharingan debe, primeramente, detener la compulsión involuntaria a su uso instintivo y sobreponerle la intención controlada de quien tienen en sus manos una herramienta valiosa y muy util a sus propósitos.


Terminado de transcribir el martes 4 de Septiembre de 2007, en la ciudad italiana de Pavia, preso de una ansiedad desmedida y extraña.

Se recomienda leer la segunda parte de este escrito

sábado, 1 de septiembre de 2007

Sobre Mentira y Desilusión

Cuentan que una mañana, Incomprensión, el más fiero heraldo de Represión, merodeaba los bosques del Reino de la Mente, a la caza de algún infortunado rebelde que no hubiera alcanzado a tiempo las fronteras del País de las Sombras. Bajo el hierro de su implacable hacha, llamada Rechazo, habían caído muchos renegados y otros tantos inocentes, pues su furia era desmedida y su ansia de muerte infinita.
Esa mañana, Incomprensión sentía que la sed de sangre devoraba sus entrañas y fue entonces cuando encontró, en un claro del bosque, a una niña pura y exhausta de abrirse paso entre las espinosas ramas de Cultura. Su cuerpo, inerte, era de una sensualidad amarga y dolorosa, como el llanto de un huérfano recién nacido. Movido por el estremecimiento de su carne, Incomprensión tiró sus armas al suelo y rasgó los menudos vestidos de la virgen, penetrando su vientre hasta la saciedad, con el desenfreno de quien no ha conocido hembra, ni varón, ni alivio alguno a su soledad. Su goce fue tal que cayó como muerto sobre su víctima, que para entonces, aterrada, había despertado.

La niña extrajo con una queja silenciosa y profunda la parte flácida del miembro de Incomprensión que aun desgarraba su entrepierna y se escurrió, llorosa, por debajo del colosal cuerpo. Su nombre era Amistad, pero cuando Incomprensión volvió en sí, había escapado dejando un rastro de sangre sinuoso, prueba de que el guerrero había roto el sello de su vientre. En vano la persiguió y la buscó debajo de las piedras, entre las raíces y en las grutas. Su desolación fue grande y su crueldad creció alimentada por el sufrimiento. Y es que Incomprensión nunca sintió alivio tal a su condición de guerrero solitario y temido que la que le diera el vientre de Amistad.

Cuentan también que la niña huyó más allá del Muro de Consciencia, hacia el País de las Sombras, donde ni siquiera Incomprensión se aventuraría y que con las lunaciones, su vientre creció para dar espacio a dos criaturas que aun que nacieron en la Sombra, habían sido concebidos en los dominios de Represión.

Cuando Amistad llegó al término de su gestación, hizo venir a Fantasía, la Sacerdotisa de los Sueños, para que le asistiera el parto. Ese día triste, trajo al mundo una niña y un varón, y Fantasía, escuchando la voz de Misericordia, les dio por nombre Mentira y Desilusión, pronunciando de ellos una profecía terrible: “regresarían donde su padre para darle muerte y tener el aprecio de Represión”. Estas palabras tan filosas, desgarraron en llanto a la madre, quien se debilitó hasta la muerte. Cumpliendo la profecía de Misericordia, los huérfanos fueron entregados a Costumbre, una pariente lejana de Amistad que habitaba aún en el Reino de la Mente.

Mentira, la hembra, tenía la mirada dulce de su madre pero el corazón y la intención pérfidos de su padre. Desilusión, el varón, era débil y temeroso y no conocía otra voluntad que la de su hermana. Cuando crecieron, obligaron a Costumbre a revelarles el secreto de su nacimiento en su lecho de muerte, pero la vieja piadosa murió antes de decir palabra. Enardecida por su obstinación, Mentira prendió fuego a la choza ante la mirada aterrada de Desilusión, quien comprendió que la ira de su hermana no conocía límites.

Partieron, entonces, hacia donde el viento del Norte los llevó y en su camino, siguiendo su heredad, Mentira sedujo a muchos extraños a tenderse sobre su cuerpo para enloquecer de celos a su hermano, quien, tras matar cobardemente a sus amantes, penetraba su vientre aún húmedo saciando sus propias pasiones.


Fue así como encontraron a Incomprensión. Cuando este poseyó a la joven con desenfreno, percibiendo en su mirada algo familiar, y estuvo a punto de exhalar los fluidos de su satisfacción, Desilusión le cortó la garganta y embarró su cuerpo desnudo con la sangre de la víctima, que involuntariamente continuó penetrando a Mentira mientras brotaba sangre de su cuello y elixir de vida de su miembro.

A pesar de la exaltación de su hermano ante tan intenso espectáculo, Mentira no se dejó poseer por él, pues intuyó que esta victima no era un ser ordinario y que debía conservar en el vientre su hálito de vida. Ninguno era al corriente de que un confidente de Represión seguía sus crueldades desde hacía tiempo y corrió a contar el nuevo incidente con lascivia.

Represión, tirana del Reino de la Mente, hizo traer a su presencia a los dos hermanos y, por sus atrocidades, les hizo heraldos. Mentira trajo al mundo al vástago de su padre y le dio por nombre Frustración. Represión, fascinada por la debilidad enfermiza de Desilusión, se hizo preñar de él y concibió a su hijo Morbos. Bajo estos nombres, el Reino de la Mente y el País de la Sombras recibieron grandes calamidades y sufrimientos. Se cumplía así otra de las profecías de Misericordia: “Cuando el Río de Amor sea sellado por el dique de la Mentira y la Desilusión, las aguas del Lago del Deseo se desbordarán, trayendo grandes sufrimientos al hombre”.

Terminado de transcribir al la 13:38 horas del día 1ero de Septiembre del 2007, en la ciudad italiana de Pavia, con Venus retrogrado en Leo recibiendo un quincuncio partil de Urano retrogrado en Picisis, mientras Saturno se preparaba para abandonar su exilio después de regresar al último grado de Leo, cumplidos los 29 años.