domingo, 20 de mayo de 2007

Sobre la Salvación del Hombre.

El día que el Hombre descubrió su sombra, fue un día común e insignificante. Pudiera decirse que tal descubrimiento no ocurrió aquel día, pues la Verdad sobre el asunto escapó a su inexperta curiosidad. Pudiera decirse, en vez, que el Hombre supo que existía una forma oscura que le seguía por doquier, imitando silenciosamente sus ademanes. Y nada más.

Con los ciclos claroscuros del Sol y de la Luna, aprendió luego que la sombra del Mundo ahogaba su sombra y que la luz del Mundo la robustecía. Aprendió que al Ocaso y al Alba su sombra se extendía hacia la oscuridad como intentando asirse, temerosa de ser castrada por los rayos de luz, y que cuando el Sol estaba más alto, se escondía toda bajo sus pies, tímida y frágil. Aprendió que el abrazo de los cuerpos era también el de las sombras y que el roce de las sombras no producía fricción alguna. Sospechó así que, a pesar de sus fieles ademanes, algo traicionero había en ella. Algo que la hacia ajena e inquietante. Más de una vez intentó increparla con el propósito de conocer su intención, mas la sombra huía lo suficiente de sus manos para llegar un poco adelante. Alguna vez logró tirarla por tierra y mantenerla presa, e incluso entonces la esquiva criatura se resistió a revelar el misterio de su naturaleza. Viendo lo inútil de su empeño, la amenazó, procurando que se alejase espantada, como una bestia salvaje, y su frustración fue grande al ver que su sombra le seguía irremediablemente. A este punto, decidió ignorarla, pues si bien era fastidiosa, también resultaba tímida e inofensiva.

Viviendo entre otros hombres y entre otras sombras, el Hombre y su sombra comulgaron con sus semejantes para sembrar los rudimentos de la Sociedad. Esta institución creció como una mala yerba en el corazón y en la actividad de todos. Sus raíces se enredaron cual ropas en los cuerpos y cual parásitos en los deseos. Estrangularon la Mente y la partieron en trozos informes, que al ser hechos del material de los sueños, tomaron vida propia y lucharon por sobrevivir. De esta suerte sacaron provecho Personalidad y Represión, dos inseparables compañeras. Personalidad tomó bajo su tutela al más vigoroso de los hijos de la Mente y le dio el dominio del Ser.

Represión, en cambio, tomó para sí al resto de los hijos y los oprimió con sus manos, enseñándoles el significado de la Muerte. Algunos de los infortunados huyeron buscando refugio donde los ojos de su verdugo no pudieran ver. Inesperada y oportunamente, la sombra del Hombre se convirtió en asilo de los hijos de la Mente que huían de la Represión. Esta ocasión dio a la sombra su mejor alimento, robusteciendo su lado invisible y amenazador, latente como la furia de un depredador en asecho.

Completada su obra, Represión no se conformó con segar la vida de sus ahijados, y urdió un complot contra Personalidad. Sembró por doquier semillas de una planta llamada Cultura, que en sus inicios fue inocua y dio a Personalidad y a sus pupilos alimento y abrigo. Todos se regocijaban al ver prosperar aquel prodigio y se preguntaban unos a otros el origen de sus semillas. Algunos decían que cayeron del Cielo, de donde Misericordia lanzaba lluvia y trueno. Otros pensaban que habían salido de las astillas del leño que el Primero de la Raza convirtió en lanza para cazar y defenderse. Muchos decían que en tiempos remotos e inciertos, la abundancia había criado entre las sobras de alimento un hongo llamado Religión y que este dio siete esporas esparcidas por el Mundo y que de ellas nacieron siete plantas de Cultura que a su vez se reprodujeron y dieron abrigo a muchos hombres. Cierto es que ninguno sospechó el origen y el fin de aquella planta milagrosa y aparentemente inofensiva.

Cuando las ramas de la Cultura crecieron en árbol, criaron muchas espinas llamadas Moral, y enredaron a todos en su follaje. Los hombres perdieron la capacidad de moverse por sí mismos y llegaban solo donde las ramas pudieran llevarles. Personalidad, impotente, comprendió el descuido que había cometido y Represión tuvo control absoluto y potestad para estrangular a todo el que le viniera en antojo. Decían que a partir de entonces, Personalidad se hizo débil y estuvo a merced de la espinosa Cultura y de su creadora Represión.

El cuerpo del Hombre quedó herido en cada intento desesperado por zafarse del yugo de espinas y esto debilitó su vigor y melló su voluntad. En cambio, su sombra, ajena a toda presión y a todo roce, quedó intacta, y con ella, los hijos de la Mente que habían escapado una vez, volvieron a escapar de esta tortura.

En las entrañas de la sombra, los renegados comenzaron a inquietarse y viendo su total impotencia, se revelaron contra Represión, produciendo terribles estremecimientos de dolor en el Hombre, al confrontar sus más oscuros deseos con el sarcófago de espinas que la Moral y la Cultura habían cerrado a su alrededor. Embotados por el dolor, los hombres aprendieron con sangre el significado de Sumisión y con sangre lo transmitieron a su descendencia. Represión achacó todo sufrimiento a la sombra y así los hombres renegaron de la Rebelión, teniéndola por cruel, caprichosa, e inútil.

Siendo las espinas de la Moral sostenidas por la Cultura, venerable y anciana, el Hombre sintió reverencia por ellas y creyó justo el sufrimiento. Su dolor se convirtió en castigo y sus heridas sangrantes fueron infectas por una lepra llamada Culpa, que las hacía fétidas y más dolorosas. A pesar de ello, no existió dolor capaz de aplastar a los guerreros de la sombra, cuya burla y venganza consistía en quebrantar la Moral impunemente.

Cada vez con más fuerza, las hordas de invasores ganaron suelo en la Mente y fueron encontrando aliados a su paso. De todos ellos el más legendario fue Sexo, un guerrero fiero e implacable bajo cuya espada caerían todos los heraldos de Represión. Contaban que Sexo conocía las entrañas del Hombre y que a su comando, todas las vísceras del cuerpo temblaban irresistiblemente. Frente a ese poder, las fuerzas de Represión languidecían.

Por muchas edades, Sexo luchó del bando de los renegados, hasta el día en que Represión fingió dejarse derrotar por él y accedió a ofrecerle el Trono del Ser. Bajo esta promesa, Sexo se entregó desenfrenadamente a su nueva libertad y todas las fuerzas de la sombra se regocijaron de ver coronado su empeño.

Represión observó meticulosamente al nuevo Rey de la Mente, descubriendo sus debilidades y sus fortalezas. Mandó construir un Jardín sembrado de Pornos, la clase antigua de flor a la que se atribuía el Don de enviciar por la mirada. Al verlo, el nuevo Rey quedó atrapado en un remolino de hojas y perdió toda su Fuerza. Las huestes de Represión se lanzaron sobre los renegados que habían abandonado su refugio y los replegaron hacia la sombra, en una estampida que desgarró lo más profundo de la carne del Hombre.

Habiendo perdido a su Héroe de forma tan insólita, los habitantes de la sombra quedaron débiles y dudaron de su lucha, pues aquello que parecía el Propósito, podría convertirse en su Fin.

La nueva victoria restituyó a Represión todo el poder que Sexo le había quitado y le dio un arma que sería causa de dolor para los habitantes de la sombra. En su delirio, Sexo reveló que la raíz de su ímpetu era Fantasía, la sacerdotisa de los Sueños. Sabiendo esto, Represión envió a su hijo Morbos hacia la sombra con el empeño de seducir a la Virgen Fantasía y traerla como rehén al Reino de la Mente.

Morbos cumplió la primera parte del plan, pero antes de completarlo, quedó hechizado por la belleza de la Virgen. Resuelto con más fuerza a tomarla por esposa, la sacó de la sombra. Grande fue su dolor al ver como el menudo cuerpo de Fantasía se disolvía en polvo. Tomando cuidadosamente los restos de su amada, el joven regresó a la sombra y la lloró hasta humedecerla con sus lágrimas. Por obra del Misterio, el cuerpo de Fantasía cobró vida, y de esta suerte, Morbos quedó condenado a sufrir el exilio por siempre, pues toda vez que se aventuraban a salir de la sombra procurando la bendición de su madre, su esposa Fantasía quedaba reducida a cenizas.

Represión se hizo más fuerte que nunca, pues su hijo llevó hacia la sombra el dolor. Morbos enfermó de Vergüenza y Fantasía, llena de Amor, imploró a Misericordia que le revelara el arte de su alivio. Mientras recorría a gritos el Reino de la sombra, descubrió que muchos habitantes padecían el terrible mal. En su andar, encontró una hierba llamada Secreto y con ella alivió las llagas de Vergüenza que atormentaban a su amado. Manchadas sus manos del ungüento, Fantasía sanó a todos y la Fe de los guerreros se robusteció al ver su devoción.

El bálsamo de Secreto mitigaba el dolor, pero no curaba la Vergüenza. Entonces Fantasía rogó conocer el arte de la curación definitiva. Mas, a este punto, Misericordia respondió que no correspondía a Fantasía tal Don, sino al vástago de Morbos que llevaba en su vientre. Y reveló que Vergüenza era la sombra de Culpa y que mientras el cuerpo del Hombre sufriera las heridas infectas de la Moral, no habría cura definitiva para ninguna de las dos. Oído esto, Fantasía supo que estaba en cinta y esperó el día del advenimiento aliviando enfermos.

Cuando la criatura vio la sombra, los habitantes supieron que era hembra hermosa y le llamaron Plenitud, pues plena fue su Esperanza. La pequeña creció y fue Virgen bella y celada por su padre, quien temía la furia devoradora de Represión.

De Fantasía, heredó la sutileza y el Don de escuchar la voz de Misericordia. De Morbos, recibió la seducción irresistible y el misterio de hablar todas las lenguas de los hombres.

Su sangre mestiza dio a Plenitud la capacidad de atravesar a Libertad las fronteras del Reino de la sombra y siendo traviesa, incursionó en la Mente. Así conoció del dolor del Hombre, y de la cruel enfermedad de Culpa que hería su Ser. Conmovida, rogó a su madre que le contara la Historia de los Dos Reinos. Entonces Fantasía lloró en silencio, sabiendo que su amada hija comenzaba a vivir sus propios designios. Le indicó que, tras la frontera de la sombra, más allá del Reino de la Mente, encontraría respuesta a su inquietud y le ordenó partir. Le advirtió que si preciaba su vida, pasara de incógnito por los dominios de su abuela Represión, pues la furia de aquella no conocía límite. Al despedirla, Fantasía ahogó en llanto su pesar, pues bien conocía la bondad del corazón de su hija que difícilmente sería apocado por sus consejos.

Plenitud comenzó su peregrinación hacia donde ninguno había llegado antes. En el camino encontró muchos árboles de Cultura repletos de hombres ensartados en las espinas de la Moral. Viéndoles agonizar de modo tan cruel, la Virgen cortó sus venas para darles a beber de su propia sangre.


Toda vez que la sangre de Plenitud corría por las venas de algún hombre, las llagas de Culpa dejaban de supurar y su carne botaba fuera las espinas de la Moral. Mas, como las ramas de la Cultura eran firmes, donde salían de un lado las espinas, recalaban del otro, haciendo la cura más dolorosa que el mal. A fuerza de tanto quebrarse y sanar, la piel del Hombre se endureció y llegada la hora, Moral no pudo morderlo más. El Hombre estuvo de esta suerte salvo de Culpa y su sombra libre de Vergüenza.

En tanto, Plenitud recorría el Reino de la Mente, ajena a los prodigios emanados de sus continuas oblaciones de sangre. Represión, sabiendo de sus obras piadosas, decidió darle fin con sus propias manos y al intentar estrangularla, el sutil cuerpo de la Virgen se escapó de entre sus dedos, como hecho del material de la sombra. Sólo entonces Represión entendió que el fin de su Reino había llegado. Temerosa y vil, rogó a Plenitud que no le hiciera matar y en su misericordia, la Virgen Redentora le dio de todos, el más severo y justo fin. Represión serviría por siempre al Hombre y a su sombra, procurando su integridad y mostrándole el camino hacia la Plenitud.

Restituyó con su sangre el vigor de Personalidad y le rogó que tomara bajo su tutela a todos los vástagos de la luz y de la sombra, de modo que ninguno fuera tomado a menos. Se cumplía de este modo el plan que Misericordia tenía reservado para el Hombre. Los Dos Reinos fueron Uno, tal como debía ser y tal como había sido siempre sin que ninguno lo hubiera notado.

Terminado de transcribir el Domingo 10 de diciembre de 2006 en la Habana a las 23:32 horas, mientras el Redentor Urano señalaba el poniente.

Este escrito se puede ver también en el sitio http://www.circuloazoth.netfirms.com/


1 comentario:

Anónimo dijo...

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